Esta es una peli que padece de arritmia. Que pretende recuperar la estética de las pelis lisérgicas de Baz Luhrmann (Romeo+Juliet, Moulin Rouge, The Great Gatsby) donde la música contemporánea acelerada actuaba como un revulsivo anacrónico. Solo que este Damien Chazelle no le llega a los talones a esas pelis (que tampoco me gustaron), ya que la carencia de ritmo y fluir en el montaje hace que la cosa sea una acumulación de planos histéricos, mal cohesionados y peor resueltos. Que plagia ideas de pelis tan dispares como ‘Singin’ in the rain’ y ‘El sentido de la vida’ de Monty Python, algo que es evidente que no puede funcionar bien, y que aquí se transforma en un revoltijo sin emoción y sin convicción. Eso sí, todo el rato lleno de gente que grita de forma extraordinaria, en interpretaciones caricaturescas y sin ninguna coherencia.
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Los personajes son fofos, sin empaque ni convicción, y la peor Margot Robbie, que no se sabe qué hace ahí y que llena el metraje de gestos epilépticos sin sentido.
El único que se salva (un poco, hacia el final, quizás porque escenifica la decadencia y la decadencia no puede ser histérica), es Brad Pitt, que cada vez se parece más a Howard Hughes (o a Vito Coleone, ya no sé).
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Esta pieza de no-arte contemporáneo (que dura 3 horas) es otro triunfo más del disparate sin justificación y de la exageración sin consistencia.
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Para recomendar a tu peor enemigo.