Un amigo hace poco me decía : ‘Luis, vuelve a tu zona de confort, que son las pelis de los años 50’. Y con razón. Uno se va volviendo conservacionista con el paso del tiempo. Aunque esta vez no he tenido que volver tan atrás. Solo al año pasado. Porque esta peli tiene el tempo y la cadencia de una peli ‘clásica’. Es cine de los años 50, a pesar de que la historia transcurre en los 80, sin tratar de remedar otros tiempos ni recurrir a trucos técnicos. No lo necesita. Su ‘clasicismo’ está en la manera de contar, en el modo de hilvanar, aunque lo que cuente —enfermedad mental, abuso laboral y racismo— esté narrado con la crudeza del siglo veintiuno.
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Dicen por ahí que es un homenaje al cine. Más bien es un homenaje a las salas de cine (que ya en los 80 vivían bajo la sombra de una extinción anunciada). Y para hacerlo, afortunadamente, no ‘homenajea’ a otras pelis del conocido género «nostalgia de las viejas salas de cine». Tan solo cuenta una pequeña historia de provincias con bastantes probabilidades de haber sido realidad.
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No se la pierdan.
Olivia Colman (inmensa en ‘The Favourite’, de Yorgos Lanthimos) aquí se supera a sí misma.