«Llegué a pensar que no había más obras maestras por descubrir, hasta que vi ‘I know where I’m going» (Martin Scorsese).
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Una peli británica, sorprendente por el tratamiento de la historia desde el mismo inicio, con un cierto sentido del humor estirado y muy británico, llena de imágenes metafóricas que se van jalonando a lo largo del metraje como si de una película de dibujos animados se tratase.
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La actriz Wendy Hiller (nada conocida en España) se merecería estar en ese Olimpo particular de mujeres que han manejado la comedia tradicional con dignidad, empaque y soltura. Me viene a la memoria la bellísima Gene Tierney (que habría bordado este papel), en ‘El fantasma y la señora Muir’, sin ir más lejos.
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El galán tiene poco de galán según los criterios de América, pero que en las Islas Británicas seguramente resultaba arrebatador. Eternamente colgado de una pipa, gran narizota y pelo rubio ondulado, que en aquella Europa de la II Guerra Mundial seguramente sería considerado material genético de primera calidad.
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La peli tiene de todo, rebeldía juvenil, enfrentamiento con la autoridad, crítica social, lucha de clases, extrañamiento ante lo diferente (lo gaélico ante lo inglés), paisaje salvajes, tormentas en el mar, gaiteros, castillos en ruinas, maldiciones milenarias, leyendas que se pierden en la noche de los tiempos y una persona, ella, que siempre ha tenido muy claro que sabía adónde quería ir.
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