Estas tres películas forman parte de la llamada ‘Trilogía de la Incomunicación’. Para verlas apropiadamente hay que estar en disposición de abandonarse a los silencios incómodos, al tedio de los personajes y a la contemplación de escenas que cualquier director consideraría innecesarias. Hay que estar preparado para ver CINE sin que que te cuenten una historia. Hay que no esperar un final. Solo hay que disfrutar.
Disfrutar de mujeres burguesas ciclotímicas, bipolares y aburridas de ser ellas mismas. Mujeres que dicen ‘Por qué no será todo más simple?’ mientras lo hacen todo más difícil a cada minuto que pasa.
Y qué decir de los hombres? Los hay tres clases: hombres burgueses que se comportan como cretinos con sus parejas. Hombres de clase baja que son animales que supuran bajos instintos y una tercera clase de hombres mediocres, comparsas asexuados que tienen el papel de cortesanos contemporáneos y que sirven de pared de rebote en un frontón imaginario.
Todos personajes que no saben gestionar sus vidas, que oscilan en la inestabilidad de las emociones como en la cuerda floja, que ni siquiera son felices cuando están enamorados.
Un misterio.
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Entonces, por qué verlas?
Porque ‘La noche’ es una de las pelis favoritas de Lars Von Trier y también lo era de Kubrick?
Porque ‘El eclipse’ es una de las favoritas de Michael Haneke y porque Martin Scorsese la considera una gran peli?
Porque ‘La aventura’ aunque fue abucheada en su noche de estreno en Cannes, ganó el Premio del Jurado y está considerada una de las mejores películas de la historia del cine?
Porque en las tres actúa Monica Vitti?
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Además de por ser cine de cineastas y por la belleza perturbadora de la Vitti, YO LA RECOMIENDO POR LA FOTOGRAFÍA, con un blanco y negro sin contrastes, apenas saturado.
Por el tratamiento de los grandes espacios abiertos como si fueran interiores (algo que posteriormente manejaría a la perfección en su ‘Blow Up’), imágenes que aunque apenas duran unos segundos, hacen que el espíritu del espectador se eleve misteriosamente, como si se pudiese contemplar una sinfonía con los ojos.
Por la maestría en la composición de los planos, verdaderos poemas visuales, combinando a los personajes como piezas de ajedrez en la geometría de la ciudad y por la expresividad de los ángulos, llenos de intención.
O, simplemente, porque ver cualquiera de estas tres pelis es ver arte.
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Demostración de ello es que ‘El eclipse’, cuyos últimos ocho minutos son escenas visuales sin diálogo, fueron cortados por el distribuidor de América porque pensó que se debía de tratar de un error y que en la sala de montaje se les habían colado algunos planos innecesarios.
Tan innecesarios como el arte.