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(Esta reseña contiene spoilers)
El año 1962, durante la época Kruchev, una mujer madura con un cargo local importante y nostálgica de la época de Stalin, que vive con los privilegios de tener el carnet del Partido, va a descubrir de pronto en qué ha devenido la revolución soviética, y cómo ese mundo desconocido afecta a su entorno más cercano.
La peli reconstruye con precisión la estética y los personajes del cine soviético de los años 50. Viéndola me acordé de esa joya que sigue siendo ‘Cuando pasan las cigüeñas’ (Letiat zhuravlí) (1957) de Mikhail Kalatozov, una peli clara, simple, de imágenes prístinas, que es muy critica con la guerra pero que al final se recupera de su dolor para levantar el puño y defender las conquistas del pueblo soviético. Es decir, es una peli sin vueltas ni reveses, es así y así es. Sin embargo el parecido con ‘Queridos camaradas’ termina ahí, en la estética.
(Konchalovskiy es un director en sintonía con el sistema neo-soviético de Putin y uno de sus artistas mimados. El presidente de Rusia llevó la peli de Michelangelo Buonarroti, que os comenté hace unos días, en su visita al Papa de Roma y organizó una proyección privada como un regalo al pontífice. 2+2=4.)
A partir de la primera hora de ‘Queridos camaradas’ el director somete a su actriz protagonista a una ordalía de dolor y sufrimiento, derrumbamiento de sus valores, miedo por los suyos y por su propia vida, para demostrarnos la corrupción del poder, hasta el penúltimo minuto.
Que ocurre con el final? Eso me gustaría saber, porque ella sigue diciendo que eran mejores los tiempos de Stalin, y los acontecimientos parecen darle la razón: el KGB de Kruchev es peor que las purgas de Stalin (y en ningún momento se plantea que era porque a ella no le habían afectado) y cuando todo parecía perdido… Tachaaán! Las cosas se arreglan, como en una peli edulcorada del peor Hollywood, la mitad de lo que hemos padecido viendo la peli resulta que eran paranoias suyas, que nada es así y que ‘Todo va a ir mejor’. De hecho esa es la frase final. ‘Todo va a ir mejor’. Pues le sugiero que espere unos años, a que venga Boris Yeltsin, que se lo va a arreglar ligerito.
Conclusión, Andrey Konchalovskiy se atreve con la crítica a la Florencia y la Roma renacentista, se anima a ser cruel con los papas Medici y Della Rovere, pero no se atreve a denunciar a su amada patria soviética (de los años 60…!!!) como el nido de burócratas corruptos que fué y que jamás llevaron a cabo un ápice del soñado comunismo de Lenin.
Hacer una peli política sin meterse en política es hacer un ejercicio estilístico, del que se puede salir más o menos airoso, pero nunca será una obra sólida y brillante.
Lo que vemos es un viaje largo y tortuoso para terminar aterrizando en el camino de baldosas amarillas de Dorothy.
Un chasco.
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