FOTOGRAFÍA: El caminante va dejando atrás a la misma velocidad que encuentra.

Nunca preparo una foto.
Todo lo que aparece en mis fotografías es algo (o alguien) que ha salido a mi encuentro. Momentos fugaces, sin tiempo para meditar la foto que te gustaría hacer ni para reflexionar, la mayoría de las veces, la foto que querrías repetir. Casi nunca hay esa posibilidad.
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El caminante va dejando atrás a la misma velocidad que encuentra.
El flâneur no se arrepiente, no distingue entre un instante pasado y uno por venir. La única diferencia es que este haya quedado, o no, registrado en la cámara.
Digo esto por mis abstracciones, que a veces resultan logradas, otras a mí me parecen excelentes (algunas de las cuales vosotros ni siquiera las consideráis como para ponerles un ‘me gusta’) o a veces alguna que subo de relleno tiene un éxito inusitado entre los que estáis al otro lado y eso siempre me sorprende.
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Cuando hacía exposiciones era muy raro que el público que asistía se equivocara a la hora de considerar cuál era la mejor obra de la expo. La unanimidad era casi siempre pasmosa. La gente sabe, pensaba yo, lo que es bueno. Reconocen lo que ha dado en la diana. El hito del artista.
Aquí, sin embargo, esa unanimidad casi siempre entra en conflicto con mi propio criterio y creo que la culpa es de la pantalla, de la distancia. Porque aquí es mucho más difícil fantasear con que esa pieza te la llevarías a casa.
Es como si estuvieras dentro de una pastelería espectacular en la que no oliera a nada.
Si estás en una pastelería tiene que oler a dulce, a horno, a azúcar quemada en el fondo de la bandeja, a deseo de comer.
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Si estás ante un obra tienes que ver el papel, imaginar su peso. Ver el grano, sorprenderte por el enfoque, viajar por dentro de los matices de los grises, de las sombras. Escudriñar en las luces las cosas que nadie ha visto.
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Y alejarte, para ver su conjunto. Y volver a acercarte e imaginarte haciéndolo mientras estás sentado en el sofá de tu casa donde la puedes contemplar tranquilamente solo tú, durante años, y así verla cambiar, madurar contigo, hacerse mayor y experta, hasta que os podáis entender solo con una sonrisa.

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