Estuve hace unos días en la inauguración de la gran exposición de Alberto García-Alix, titulada ‘Fantasías en el Prado’, en el Pabellón Villanueva del Jardín Botánico de Madrid.
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La expo es un delirio, pura inteligencia y buen gusto. Desconcierta encontrarse con este mundo del Museo del Prado ampliado a gran formato (1x1m casi todas las fotografías) y fusionado por obra de doble exposición analógica salida de la Hasselblad de Alberto y de su capacidad de imaginar cómo quedaría la imagen final después de disparar la primera y correr por los pasillos para encontrar la segunda imagen que tenía en mente fusionar. Un acierto más es que ha sido montada como una exposición de pintura clásica, sobre paredes grises, tenuemente iluminada y en salas casi en penumbra. Chapeau por el comisario de la muestra.
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Una cosa curiosa es que toda esta calma y nocturnidad aparente, este silencio barroco que rezuman las fotografías salen de jornadas de apenas una hora, realizadas de 8 a 9 de la mañana, antes de que entrara el público en el Museo, con lo mínimo, ni trípode, ni escalera, ni casi equipo de asistencia. Fotografía como se hacía en el siglo diecinueve para paladear en el veintiuno.
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Y sales de este viaje espacio-temporal como si hubieras hecho una visita al Prado y hubieras estado contemplando a los grandes maestros. Calmado, en silencio y con deseos de más magnificencia clásica.
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Muy recomendable esta visita a una expo que, sinceramente pienso, marcará un hito en la fotografía contemporánea española.
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Añado que el catálogo de esta exposición, editado por La Fábrica, ha sido uno de los galardonados con el premio a los ‘Libros Mejor Editados en 2021’.
Ahí es nada.
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