Brian Eno subió a su página el día 1 de enero de 2017 un texto hablando de la situación actual en el mundo que me ha parecido necesario traducir para que lo conozca más gente. Lo he traducido con ayuda de Google y mi pericia inventiva habitual, tratando de no distorsionar sus palabras, pero para que suenen bien en castellano. Ahí va.
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2016/2017
La mayoría de mis amigos está de acuerdo en que 2016 fue un año terrible y el comienzo de una larga decadencia que ni siquiera quieren imaginar.
2016 fue un año muy difícil, pero me pregunto si es el final —no el principio— de esa larga decadencia. O por lo menos el principio del final… porque creo que hemos estado en decadencia durante unos 40 años, soportando un lento proceso de des-civilización, que realmente no he notado hasta ahora. Me recuerda la historia de la rana en la cacerola del agua de la calefacción.
Este declinar incluye la transición del empleo seguro al empleo precario, la destrucción de los sindicatos y la reducción de los derechos de los trabajadores, los contratos de hora cero, el desmantelamiento del gobierno local, un servicio de salud desintegrado, un sistema de educación insuficiente gobernado por los resultados de los exámenes y notas medias, la estigmatización cada vez más aceptable de los inmigrantes, el nacionalismo precipitado y la concentración de prejuicios permitida por las redes sociales y por Internet.
Este proceso de descivilización surgió de una ideología que se burlaba de la generosidad social y defendía una especie de egoísmo recto. (Thatcher: «La pobreza es un defecto de la personalidad.» Ayn Rand: «El altruismo es malo»). Este énfasis en el individualismo desenfrenado ha tenido dos efectos: la creación de una enorme cantidad de riqueza y la canalización de la misma en cada vez menos manos. En este momento las 62 personas más ricas del mundo son tan ricas como la totalidad de la mitad más pobre de habitantes del planeta. La fantasía de Thatcher/Reagan de que toda esta riqueza «fluiría» y enriquecería a todos los demás simplemente no ha ocurrido. De hecho ha ocurrido lo contrario: los salarios reales de la mayoría de personas han estado en declive durante al menos dos décadas, mientras que al mismo tiempo su perspectiva —y la perspectiva para sus hijos— parece cada vez más oscura. No es de extrañar que la gente esté enfadada y se aleje de las soluciones de siempre del gobierno. Cuando dichos gobiernos prestan más atención a quien tiene más riqueza las desigualdades que vemos ahora ridiculizan la idea de democracia. Como dijo George Monbiot: «La pluma puede ser más poderosa que la espada, pero el monedero es más poderoso que la pluma».
El año pasado la gente comenzó a despertar a esto. Muchos de ellos, en su enojo, cogieron el objeto más parecido a Trump y golpearon con él al Establishment en la cabeza. Pero eran sólo los despertares más llamativos y mediáticos. Mientras tanto, ha habido una agitación más silenciosa pero igualmente poderosa: la gente está reconsiderando lo que significa la democracia, lo que significa la sociedad y lo que necesitamos hacer para que funcionen de nuevo. La gente está pensando intensamente, y, lo más importante, pensando en voz alta, juntos. Creo que sufrimos una desilusión en masa en 2016 y nos dimos cuenta de que era hora de saltar de la sartén ardiendo.
Este es el comienzo de algo grande. Implicará la participación: no sólo tweets y hacer click en un «me gusta», sino también una acción social y una política reflexiva y creativa. Esto implicará darse cuenta de que algunas cosas que hemos dado por sentadas —como cierta apariencia de verdad en el periodismo, por ejemplo— ya no se puede esperar de forma gratuita. Si queremos buenos periódicos, con un buen análisis, tendremos que pagar por ello. Eso significa DINERO: apoyo financiero directo para las publicaciones y sitios web que luchan por contar la visión no-corporativa de la historia. De la misma manera, si queremos niños felices y creativos, tenemos que hacernos cargo de su educación, no dejarla a los ideólogos y a los que toman las decisiones. Si queremos generosidad social, entonces debemos pagar nuestros impuestos y deshacernos de los paraísos fiscales. Y si queremos a políticos que piensen, debemos dejar de apoyar a los que solo son carismáticos.
La desigualdad devora el corazón de una sociedad, generando desdén, resentimiento, envidia, desconfianza, intimidación, arrogancia e insensibilidad. Si queremos cualquier clase de futuro decente tenemos que prescindir de todo eso y creo que estamos empezando a hacerlo.
Hay tanto que hacer, tantas posibilidades, que 2017 tiene que ser un año sorprendente.
Brian
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